Nadia Chellaoui es natural de Rabat y reside en Casablanca. A pesar de estudiar Matemáticas, fue el arte lo que la atrapó definitivamente. El mundo de los números y los algoritmos han sido de vital importancia en su investigación y visión pictórica.

Autodidacta expuso por primera vez en la Biblioteca Nacional de Rabat en 2014. En poco tiempo se ha convertido en pieza esencial del panorama artístico marroquí. Artista multidisciplinar, pintora, estilista, diseñadora de complementos de moda, ejerce su arte en busca de las emociones más puras y significativas. Desde las bases académicas hasta la inspiración creativa, navega alegremente por las formas y los colores hacia un cierto expresionismo donde la mujer es su sujeto central.

Designada Embajadora de las Artes y la Cultura por la Académie Divine Paris, ha puesto en marcha numerosos proyectos que incorporan a otros artistas para exportar las artes marroquíes al extranjero. Nadia Chellaoui está constantemente innovando y nunca se conforma con una técnica y una manera de hacer las cosas.

Su pintura carga con la responsabilidad de plasmar elementos del mundo real, que se nutren de los sueños y de la superación, en un impulso hacia lo desconocido. Su objetivo es dar al sueño un lugar de elección que prescinda de toda interpretación y que se centre en la relación directa entre el que ve y lo que se da a ver.

En la obra de Nadia Chellaoui encontramos una obsesión por los rostros, por las miradas, por los ojos cerrados o entreabiertos, por las bocas llenas, por los labios sedientos de deseo o simplemente de pucheros, tristes, doloridos o dormidos. La mirada de la pintora va más allá, hacia regiones lejanas y desconocidas para todos nosotros, y especialmente para la propia pintora, que sabe que cuanto más se sumerge en sí misma, más crecen los espacios, más amanece finalmente la luz, como siempre sucede después de una noche oscura.

Inspiración

En vista del vestido que tenía que pintar, mi inspiración se articuló, en primer lugar, en torno a la mujer, los rostros femeninos, la expresión femenina y, sobre todo, la libertad. Sí, la libertad del gesto, la libertad de expresar, fuera de cualquier marco conceptual. La mujer da la vida y yo pinto la vida y vivo la pintura en todas sus expresiones.

Además, la blancura de la pieza expresa la pureza del ser humano, y de forma muy especial la de la mujer. Por eso avanzo por etapas, porque cualquier color dará otro aspecto de blancura… Como una máscara que transcribe una imagen distinta a la del rostro que la lleva.

A medida que avanzo en los rasgos, en las expresiones, entra en acción un ejercicio de despojamiento. La cáscara se deshilacha, se desmorona y la máscara cae, pero todavía no muestra la verdad absoluta de un rostro.